La sorpresa para la pareja de agentes de la Policía Nacional que el domingo a mediodía realizaba labores de patrullaje por el barrio de Fontarrón (en el distrito de Moratalaz) fue mayúscula. Pasaban unos minutos de las 13.30 horas, cuando los uniformados se toparon con una reyerta multitudinaria en plena vía pública: a la altura del número 192 de la calle del Pico de Artilleros, una decena de individuos se estaban agrediendo entre sí armados con palos y otros objetos contundentes, además de algún arma blanca. El motivo, según pudo averiguar el Cuerpo tras frenar la embestida, no era otra que una pelea entre familias de etnia gitana, después de que una mujer advirtiese a sus parientes de que había sufrido malos tratos a manos de su pareja, consanguíneo del otro clan. No sin dificultades, un alto número de patrullas logró controlar la tensa riña, a la que se habían sumado numerosas personas relacionadas con uno u otro bando. Siete de ellas resultaron detenidas acusadas de un delito de riña tumultuaria y gran parte de las armas empleadas fueron intervenidas: bastones de madera modificados, destornilladores, tenazas, una navaja automática… Pero el trabajo policial no iba a terminar ahí. En plena batida, los familiares de una de las partes trataron de huir a bordo de un coche robado. Y lo hicieron sin ningún miramiento, intentando atropellar de forma infructuosa a los agentes y chocando el vehículo contra un autobús de la Empresa Municipal de Transportes (EMT) que cubría la línea por la misma calle del Pico de los Artilleros. Todos los arrestados, seis hombres y una mujer (nacidos entre los años 1969 y 2002), a excepción del más joven, cuentan con diversos antecedentes en su historial. Una vez en comisaría, cuatro de ellos fueron conducidos al Centro de Apoyo a la Seguridad (CAS) para ser tratados por facultativos y facilitar a los agentes los correspondientes partes de lesiones. Noticia Relacionada estandar No Un apuñalado y tres detenidos en una posible reyerta de bandas en un bar de Moratalaz Aitor Santos Moya Los tres sujetos están acusados de los delitos de riña tumultuaria y lesiones, y el autor de la cuchillada, además, de un homicidio en grado de tentativa Tiroteo mortal en San Blas Este suceso llega cuatro meses después de que un hombre matase de al menos ocho disparos a otro de 46 años frente al centro comercial de Las Rosas (en el distrito de San Blas-Canillejas), en el marco de un conflicto enquistado entre dos clanes, ya que la hija de uno de ellos se había separado de su marido, familia del ya detenido, por sufrir también malos tratos. La víctima, Joaquín Jiménez Silva, era un pastor evangélico , al que los parientes de la joven le habían pedido que mediara con los Vargas para recuperar el dinero de la dote, una cantidad cercana a los 12.000 euros. Apenas dos días antes de su asesinato, Joaquín quedó con el clan del ex cónyuge para tratar de solucionar el asunto, pero el encuentro derivó en una fuerte discusión en la que sus interlocutores llegaron a amenazarle de muerte. Pese a todo, el pastor no tomó precauciones y fue acribillado a balazos a las cinco de la tarde después de que sus atacantes le tendieran una emboscada cuando regresaba a su casa a bordo de un Citroën C5 de color gris. A la entrada de la glorieta de Alsacia, en la avenida de Guadalajara, un BMW X5 negro le embistió frontolateralmente y acto seguido huyó por la calle de Fuente Carrantona. Mientras, otro turismo, con el autor confeso, Antonio Vargas, en el asiento del copiloto , se detuvo frente al maltrecho coche y este apretó el gatillo contra la luna del conductor. Joaquín recibió cinco heridas de bala en la cabeza, confirmándose su fallecimiento en el mismo lugar de los hechos. El testimonio de los propios familiares del finado sirvió para estrechar el cerco sobre Antonio, quien, por consejo de sus parientes, decidió entregarse de madrugada en la Comandancia de la Guardia Civil de Sevilla (Dos Hermanas). El fallecido pertenecía al clan de los Extremeños y años antes había estado envuelto en un doble homicidio contra el patriarca y el yerno del de los Gallegos en el extinto poblado de Las Mimbreras. Él y dos de sus hermanos fueron absueltos. Desde entonces, ejercía de pastor evangélico, una figura muy respetada en la cultura gitana que acabaría por costarle la vida.