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Una infidelidad de pareja puede salir muy cara (con permiso de Shakira y Piqué), hasta llevarte a los calabozos acusado de traficar con droga en tu propia casa .
Eso es lo que le ha ocurrido a un hombre y a otras tres personas más por unos cuernos del primero a su pareja, después de cinco años de relación, se sobreentiende que bastante tumultuosa.
Ella, curiosamente, es la única a la que la Policía Municipal no le ha puesto los grilletes, lo que hubiese sido un agravio mayor.
Todo sucedió la tarde del pasado 8 de marzo, en la calle de Buendía , 25. Allí, uno de los bajos es un antiguo local reconvertido en vivienda.
A las 18.50 horas, la sala del 092 comisionó a un coche patrulla del Cuerpo local, a causa, inicialmente, de unan bronca entre varios hombres.
Cuando llegaron, un individuo de 32 años se mostraba muy nervioso. Explicó que llevaba «dos o tres días» fuera de su casa y que, al regresar, se había encontrado con dos operarios: «Me han empezado a agredir, para echarme».
Los vecinos viven con miedo por la eclosión de toxicómanos y atracos tras la presión policial en otros puntos como San Cristóbal y Marconi Había visto luz dentro y que, además, el cierre exterior estaba medio levantado. Fue entonces cuando comenzó la reyerta con los dos desconocidos.
«Tú ya no vives aquí, tienes que marcharte. Por las buenas o por las malas», aseguró que le habían ordenado.
Un gran machete espartano Los policías municipales se entrevistaron entonces con los dos interpelados, un español y un extranjero de 22 y 54 años, respectivamente.
Dijeron que se encontraban en la casa porque el día antes había sido «contratados verbalmente» por una mujer, que les mostró un contrato de alquiler, para que limpiaran el piso-local.
Además, acusaron al supuesto inquilino de haberles intentado agredir con un bolomachete de 46 centímetros de largo que se había guardado en el pantalón.
Ellos reconocieron que, al sentirse atacados, rompieron una botella de cerveza para rajar al tipo. Efectivamente, el arma blanca fue incautada.
Se trataba de un machete espartano, de la marca Albainox, de color gris completamente. En medio de este embrollo, apareció el representante de la inmobiliaria que es titular del piso, quien no presentó ningún contrato con los autodenominados empleados de limpieza que estaban allí.
Fotos con su novia Ante la duda de lo que estaba ocurriendo, los agentes preguntaron al varón cómo era la casa por dentro, para ver si tenía razón o era falso que vivía allí.
Los datos que aportó, así como las fotos que había en el piso en las que aparecía con su pareja, corroboraron que era al menos su morada provisional. Entonces, llegó otro hombre, que manifestó que era amigo del tipo y que sabía que allí es donde tenía «intimidad y actividad de carácter privado» con su chica.
Para colmo, los policías municipales le cachearon y se encontraron con que llevaba en el bolsillo una bolsita con «sustancia blanca»; el varón reconoció que era cocaína . La droga le fue decomisada y levantaron un acta por tenencia de sustancias estupefacientes.
Una vez terminado ese trámite, los funcionarios telefonearon a la mujer y pareja del hombre que había empezado todo este quilombo: ella manifestó que habían sido pareja durante unos cinco años, pero que le había echado de casa el día antes porque se había enterado de que le era infiel.
Realmente, él tenía su propia casa, aunque llevaba dos días sin aparecer por allí ni dormir con ella, pues pasaban mucho tiempo en la calle de Buendía.
Droga junto al calabozo Puestos en contacto con el propietario del local-vivienda, reconoció que sabía que el hombre vivía allí, pero que hacía días que no pernoctaba en la casa; y que por ello había enviado a dos operarios de limpieza para sanear el piso bajo.
«Por eso le he facilitado las llaves a esas dos personas» , sostuvo por teléfono a los agentes intervinientes en esa curiosa historia.
La Policía detuvo a cuatro de los sujetos: el infiel, los dos operarios y el propietario del inmueble, español de 68 años.
Pero es que cuando uno de ellos se encontraba en la zona de precalabozos de la comisaría vieron cómo el arrestado, sentado, tiraba algo detrás de uno de los bancos de la sede policial. Eran «dos trozos triangulares de algo blanco», que resultó ser cocaína.
Lo pesaron en la farmacia más cercana: 51,7 gramos. Los agentes tutores de la zona explicaron a sus compañeros que la vivienda en cuestión había sido señalado por un colegio por el gran trasiego de personas: era un narcopiso.