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1. San Isidro es un municipio al sur de la Comunidad Valenciana. Su población, que no llega a los dos mil habitantes, tiene uno mas desde esta semana. Una bebé que su madre parió y abandonó acto seguido. Por suerte, un caminero se extrañó al ver el aspecto de una mujer que caminaba desorientada y tenía las piernas ensangrentadas. Sospechando que algo raro le pasaba dio aviso a la Guardia Civil que de inmediato se puso en acción y la localizó en unos pocos minutos. Negó haber acabado de parir pese las pruebas que la desmentían. La intuición y sagacidad de los agentes que no la creyeron los llevó al convencimiento de que acababa de dar a luz y habría abandonado a la criatura.

   Premio para esos guardias que no cejaron en sus pesquisas. Al poco tuvieron recompensa con el hallazgo de un pequeño cuerpo que pese todas las adversidades ya sufridas seguía con vida. Una cría, a la que los ángeles de la guarda vestidos de verde le han evitado una muerte segura en apenas unos pocos minutos mas. Fue ingresada en el hospital comarcal de la Vega Baja, en Orihuela. Estaba desnutrida, todavía con el cordón umbilical sin cortar, pero con todas las ganas de vivir. Fue atendida con solicitud por el equipo de enfermería que decidió llamarla Noa, nombre de origen hebrero del que se dan varios significados como “larga vida”, “delicia” o “paz y descanso”. Cualquiera de los tres le valdrá a Noa si, como es de esperar, termina siendo acogida por una familia que la hará su hija y le ofrecerá una larga vida, una paz y descanso negados en sus primeros momentos de vida.

   ¿Y que hacemos con la mujer que negó haber parido pero que dejó tirada a su criatura junto a unos bidones? De momento la Justicia le ha tomado declaración y decretado su ingreso en prisión. De acuerdo con nuestras leyes su ahora encarcelamiento podrá verse ratificado tras la celebración de un juicio y en caso de ser condenada.

   Gran contradicción anímica la de esta mujer que pueda darnos indicios de su tribulación personal. Capaz de gestar durante nueve meses una vida para luego abandonarla, condenándola a morir. Sólo un golpe de fortuna evitó que así ocurriese. No creo que su caso mueva a conmiseración alguna, mas bien todo lo contrario, pero pudiese ser que terminásemos compadeciéndola caso de conocer la letra pequeña de la biografía de esta ciudadana, una suiza de 39 años de edad.

   Una mujer que ahora tiene un problema, y no menor, que podría haberse evitado si meses atrás, al saberse preñada, hubiese decidido abortar sin tener que haber sufrido las molestias y servidumbres propias de toda gestación. Interrumpir un embarazo se convirtió en España en una posibilidad legal a partir de la ley de 1985. Desde entonces, y por la constante y agobiante presión del lobby feminista, se han ido incrementado los casos a los que poder acogerse para abortar hasta llegar, como acaba de aprobar la mayoría sanchista en el Congreso de los Diputados, que puedan hacerlo incluso las niñas de dieciséis años, que no necesitarán el permiso paterno para acudir a un hospital público y exigir abortar, ni tampoco tener que esperar que transcurran los tres días de reflexión que antes de esta última reforma se establecían para que se madurase la idea de seguir o no con el embarazo.

   No, no estoy contra ningún derecho de la mujer, por más que no me faltarán inquisidoras dispuestas a zurrarme la badana por plantear estas reflexiones. Me confieso un ciudadano confuso y desconcertado porque existiendo como ya existen métodos anticonceptivos de toda clase y condición, internos, externos y mediopensionistas, abortar se haya convertido en una posibilidad mas entre esos métodos y jaleado como una verdadera conquista siendo como es la derrota de una vida a la que se le niega la posibilidad de nacer. Y de llegar a ser en un país como el nuestro, en el que ya todo parece posible incluso lo más estrafalario e inimaginable, ministra de Igualdad.