Web de Ofertas de empleo
Enlace Invitación a Telegram
Primer fin de semana del ‘veroño’ madrileño y el parque del Retiro parece la Feria de Abril. No cabe un alfiler más. Sobre todo, parejas de jóvenes y familias con niños. Son las cinco de la tarde y se repite el paisanaje habitual: las barquitas, las echadoras de cartas, el palacio de Cristal, la exposición en la Casa de Vacas y hasta los muñecos vivientes que antes pululaban por la Puerta del Sol, ahora en obras, se han mudado al paseo del Estanque. La calle de Méjico, la que da acceso al recinto por la plaza de la Independencia, antes atestada de manteros (el sábado sí había), parece expedita de delincuencia. Es domingo y se celebra un evento de folclore latinoamericano, muy colorido, en cada entrada principal. Sin embargo, conforme cae la tarde y empieza a refrescar, regresan quienes dan mala fama a ciertos rincones (algunos, los más transitados): camellos, lateros, rateros y manteros. Lo peor de cada casa. La pandemia, los posteriores cierres puntuales del parque, Filomena y el control policial habían dejado el parque en su momento de más tranquilidad en la última década. El verano y las obras en el centro, además, trasladaron el top manta a zonas más turísticas de España, como la costa andaluza y la levantina. «El problema se acentúa este fin de semana [por este pasado] porque se reduce la presencia de la Policía Municipal que prestan allí labores de vigilancia», enfatiza un agente. »De cinco patrullas que hay sábados y domingos por las tardes se pasa a dos. Y de cuatro en el turno de mañana, hay solo dos«. Y no será porque no hay trabajo que hacer: «Han vuelto muchos carteristas , gente que vende droga, los ambulantes ilegales… Por no hablar de los requerimientos del Samur, por caídas, patinetes…», explican otras fuentes, que corroboran la problemática actual. Un camello ofrece droga a un viandante por el parque, este domingo TANIA SIEIRA Fuentes municipales lo niegan: «No se ha dado ninguna indicación ni hay conocimiento de retirada de efectivos. Es más, en las dos últimas reuniones de dirección se han dado instrucciones para se endurezca la lucha contra la poca venta ambulante que tenemos». En el parque se ve pasar un coche de Emisiones de la Policía Municipal . Cerca del Florida Park, se reúnen cuatro agentes nacionales con dos locales. Intercambian impresiones y marchan cada uno a su lugar. En la conocida discoteca, informan de que uno de los puntos de venta de droga está en esa entrada, pero hacia la zona de la biblioteca de la antigua Casa de Fieras. El horario habitual de los ‘ camellos ‘, prácticamente todos africanos, es entre el mediodía y las dos de la tarde. Luego, regresan. Pero a las siete hay demasiada gente en ese punto, vigilado por el CNP, con motivo de una de las exhibiciones latinoamericanas de este domingo. Móviles robados y enterrados En la zona del estanque, alrededor del monumento a Alfonso XIII, abundan las parejas que retozan en el césped: «Suelen ser los objetivos principales de los carteristas, que son de origen rumano y chicos marroquíes, en su mayoría. Y las víctimas, turistas o extranjeros», señalan nuestras fuentes. Roban, sobre todo, teléfonos móviles. Como los actuales dispositivos cuentan con aplicaciones de ubicación en tiempo real, suelen apagarlos e incluso enterrarlos durante unos días junto a un árbol, para volver a por ellos y revenderlos. Con las carteras ocurre lo típico: se adueñan de las tarjetas de crédito y del efectivo que lleven y luego las tiran. Policías municipales y nacionales, en la zona del Florida Park TANIA SIEIRA En enero, se retiró la vigilancia , que lo único que ocasionó fue un efecto llamada de estos delincuentes. Fue en marzo cuando se empezó a notar un repunte, que cayó al llegar el verano (y más, con las altísimas temperaturas registradas desde mayo hasta hace unos días). Y, ahora, vuelven con cierta fuerza, aunque todavía no a niveles de los de la prepandemia. «El problema es que tienen ‘aguadores’ (gente que avisa) y que cuando ven que hay menos patrullas aprovechan. Es una regla de tres. Se saben los trucos. Nos controlan más que nosotros a ellos», dice otro agente. Lateros En las cercanías del vallado de O’Donnell, un senegalés parece esperar a alguien sentado en un banco. Junto a él, un porro apagado, a medio fumar, y una tarjeta de transporte con algunos restos de polvo blanco. Empieza nuestra particular gincana simulando que buscamos comprar droga. «¿Sabes por dónde se puede pillar algo?», preguntamos. «Mira hacia adentro, donde están los bares», nos aconseja, con recelo. En el recorrido no se aprecia a ningún camello, pero sí a los primeros ‘lateros’ o ‘yonki latas’, que se afanan en vender a los grupos que están en el césped. Manteros, el sábado, en el paseo de Méjico DE SAN BERNARDO Uno de ellos entra por uno de los accesos de Menéndez Pelayo, donde suelen aparcar sus coches o furgonetas, para reponer el género. Una hora antes, se dejaba ver, sentado, bebiendo solo a los pies de un monumento. Ahora, al ver que hay demasiada gente y vigilancia policial, mete su bolsa verde con latas en una papelera y tira el resto de la cerveza que se está tomando en los arbustos, como si los regara con ella. El túnel de la droga Cerca, un grupo de tres personas, todos varones, conversa en un recodo, mientras uno de ellos no suelta el carro de la compra donde distribuye el género. Están esperando. De vuelta al ala de O’Donnell, muy cerca del túnel subterráneo que da a la estación de metro, otro senegalés, apartado del resto de viandantes, se dirige a nosotros cuando pasamos a su lado: « ¿Cuánto quieres de hachís? ». La propuesta, a bocajarro, coge un poco por sorpresa: »Pues… para dos…«. »¿Dos bolas? Una bola 120, dos bolas 240 euros ». Desde luego, las matemáticas aquí son exactas, ni una rebaja. «Eso es muy caro… Vale, gracias, adiós». Pero el camello nos insiste, al ver peligrar la venta. «No, no, ven… ¿Cuánto tienes tú? Depende: ¿Quieres dos gramos o dos bolas? ¿Cuánto dinero tienes?», vuelve a la carga. «Pues… depende… Es una pasta, creí que aquí era más barato. Pensaba gastarme unos 20 euros». «¿Veinte euros por dos gramos?». «¿Dos gramos de qué, yo no tomo coca». «No, yo tampoco vendo cocaína. Hachís». «Es que vengo con mis colegas, que están por allí. Hablo con ellos y ahora te busco, en todo caso». El camello nos explica entonces: «Yo te mando al chico que está allí, en la glorieta de la fuente, ahí sentado… Yo soy del top-manta pero mi amigo tiene todo el hachís que quieras». Uno de los vendedores de hachís, en la zona norte del parque DE SAN BERNARDO Le decimos que nos extraña no ver a manteros: «Sí, ahora sí que hay muchos, por el estanque». Bingo. Donde hace dos horas había solo estampas familiares, un grupo de vendedores ilegales tiene su muestrario de camisetas de futbolistas; en otra manta, gafas de sol; y en varias más, bolsos. Todo falsificado, claro. «La de Messi del Paris Saint-Germain vale 25 euros. Tu talla es la L», aventura, mientras que un visitante canario se prueba una XL que le queda estrecha. «¿25 euros? Casi que me sale más barato comprarla en la tienda oficial», replicamos. «No, allí son 180» contesta. «Pero no son falsas». «Bueno, prácticamente son iguales…». Entonces, mete prisa. Los agentes se acercan en un coche patrulla: «Venga, amigo, llévatela por 20 y pruébatela rápido, que viene la Policía y vamos a tener que salir corriendo». MÁS INFORMACIÓN Los africanos controlan el tráfico de drogas y el «top manta» en El Retiro Van a dar las nueve de la noche y tras casi cuatro horas en El Retiro, el trampantojo de la Puerta de Alcalá, pese a las obras y con unos estratos de azul cobalto sobrevolándolo, luce bellísimo. En la fuente, igual que el sábado pasado (y el que viene), este domingo sigue haciendo su particular guardia el camello de pelo alborotado y mirada felina.