En el ilustre edificio que asoma en el número 10 de la calle Peironcely, hay aún tres puertas que se resisten a ser tapiadas. Una, color marrón, junto a un aparato de aire acondicionado y una antena de televisión, en la orilla del inmueble que da a la vía Miguel de la Roca. Otra, pintada en negro, y con un número uno en lo alto. En la tercera, de un verde ya añejo, se intuyen unas cortinillas tras el cristal esmerilado. Pese a que el proceso de expropiación del Área de Desarrollo Urbano del Ayuntamiento se completó en febrero de 2021, las dos primeras puertas siguen dando acceso al refugio que dos familias se resisten a abandonar. Sendas víctimas de un realquiler de otra época que, por ahora, impiden un completo control de la construcción por parte del Consistorio, que pagó 870.000 euros. Las 13 familias que allí vivían (salvo esas dos excepciones) fueron realojadas en pisos de la EMV.



Tras esa verdosa tercera puerta, con un timbre blanco a su derecha, se encuentra un guardia de seguridad, que vigila día y noche el inmueble. «Apenas llevo un mes y por ahora no ha habido ningún problema», reconocía ayer desde el rellano del viejo edificio, construido durante el reinado de Alfonso XIII como vivienda de alquiler para obreros e inmortalizado por el fotógrafo húngaro Robert Capa, durante el amanecer de la Guerra Civil (1936).

El de Peironcely es una de las diez construcciones municipales desokupadas que cuentan con vigilancia presencial 24 horas. Igual que la Casa del Peón de la Cuarta Esclusa, conocida como la Casa del Agricultor, junto al río Manzanares. O como el Palacio de la Infanta Carlota, en el número 32 de la calle Luna, que, además, dispone de un sistema de alarma con verificación personal y rondas del personal de seguridad. También lo hay en la antigua fábrica láctea de Clesa, a la espalda del Ramón y Cajal, en La Ingobernable, en La Dragona o en el Solar Maravillas.

«NECESITABAN UN TECHO»

Para eso se aprobó en 2020 un contrato de vigilancia antiokupaciones, a propuesta del Área de Desarrollo Urbano, donde se han invertido hasta la fecha 1,4 millones de euros. En la Junta de Gobierno del próximo jueves, se ampliará aún más el presupuesto, con un gasto plurianual de 627.625 euros para 2022 y 2023. Así que, el desembolso se elevará hasta los dos millones durante la legislatura. El citado contrato se adjudicó a una UTE (Unión Temporal de Empresas), por lo que serán diferentes empresas privadas las que se encarguen del control.

«El estado de necesidad es tan grande en un barrio como Entrevías que, en los días en los que se estaban produciendo los realojos de los vecinos, siempre aparecían personas preguntando por esta casa que se iba a quedar vacía», detalla a EL MUNDO José María Uría, coordinador del Centro Documental de la Fundación Anastasio de Gracia. «Reconocían la intención de entrar a vivir porque necesitaban un techo. No sería raro que hubiera más intentos de acceder al edificio», añade, a propósito del enclave de Peironcely, cuya carga histórica puede acabar marcando el destino del inmueble. Una de las propuestas de esa fundación fue la creación del Centro Robert Capa para la interpretación de los bombardeos aéreos.

UNA NUEVA VIDA

Algo similar sucede en los otros edificios desokupados. «El resto de los edificios han sido tapiados y hay un guardia de seguridad para que no se produzcan okupaciones. En algún intento determinado, ha habido algún intento de volver a entrar», añade Uría. Para ello se emplean tres modalidades: la de vigilancia presencial permanente, la de vigilancia sin presencia permanente, pero con verificación personal, y la que se realiza a través de sistemas de alarma con verificación personal. La Quimera (Lavapiés), que ha sido noticia en los últimos días por intentos de reokupación, es ajena a estos sistemas al tratarse de un edificio de titularidad privada.

Una historia diferente detrás de cada inmueble. Como el céntrico Palacio de la Infanta Carlota de la calle Luna, donde mucha gente se ha lucrado alquilando espacios en condiciones insalubres a personas vulnerables. Tras casi dos años de desalojo, a expensas siempre de un sinfín de autorizaciones judiciales, el proceso está a punto de concluir. O el caso del Solar Maravillas, en la calle Antonio Grillo, cedido por la Comunidad de Madrid para levantar un centro de salud, pero que no se pudo recuperar hasta 2020 al encontrarse ocupado. Era conocido como un centro de autogestión donde incluso se celebraban conciertos. O, también, como el caso de la vieja casa de Peironcely, que ayer seguía viajando en el tiempo, camino de sus 100 años de vida. Vigilada desde dentro para poder tener una nueva vida.