Antonio Zaragoza, un enfermero alto y corpulento del servicio de Urgencias de Atención Primaria (SUAP) de San Javier. En junio de 2021, gracias a su buena forma física, logró salvar a sus compañeras de ser brutalmente agredidas por un paciente que, fuera de sí, se abalanzó sobre ellas. Aunque logró reducir al agresor, sufrió lesiones en un hombro. El vigilante de seguridad del centro también recibió un puñetazo que le dejó un importante hematoma en un ojo.

Todo sucedió de madrugada después de que una ambulancia trasladara al SUAP a un hombre joven en estado ebrio y con cortes en una mano. Antonio lo atendió y lo suturó, y al principio todo parecía ir bien, pero cuando una compañera enfermera entró al box, la actitud del paciente cambió por completo. Empezó a ponerse muy violento y se abalanzó sobre ella. La médica del SUAP acudió al escuchar los gritos, y también el vigilante de seguridad. La agresividad del hombre parecía incontrolable, hasta el punto de que enfermera y médica tuvieron que encerrarse en una consulta para ponerse a salvo, mientras el vigilante y Antonio trataban de calmarlo, sin éxito. Sin mediar palabra, el agresor tumbó al vigilante de un puñetazo. Solo la sangre fría de Antonio salvó a sus compañeras de ser también golpeadas.

Antonio denunció los hechos y está a la espera de la sentencia. Su caso es uno de los 349 incidentes violentos que se produjeron en la sanidad pública regional durante 2021, según los informes del Servicio Murciano de Salud (SMS). La cifra se disparó aún más en 2022, con 484 agresiones.

El artículo resalta que las vejaciones, las amenazas o los insultos no son algo aislado, sino que son cosas que pasan a diario en la sanidad regional. Soledad Guillén, vicepresidenta del Sindicato Médico (Cesm), lamenta que los casos graves son los que trascienden, pero hay muchas «microagresiones» cotidianas que van minando a los profesionales. «Muchos terminan desarrollando síndrome del trabajador quemado; otros sufren estrés postraumático y terminan incluso abandonando la profesión», denuncia.

Guillén advierte que hay que abordar la «sobrecarga» en Primaria, ya que si en un centro con diez médicos de familia faltan cuatro o cinco profesionales por bajas y vacaciones, y el resto tiene que asumir a todos los pacientes, al final hay quien se impacienta y empiezan los malos modos. Por su parte, Amelia Corominas, presidenta del Colegio de Enfermería, reclama actuaciones para abordar estos problemas de fondo. «Los trabajadores sanitarios, y muy especialmente las enfermeras, son quienes más sufren los actos violentos, por su proximidad al paciente. Pero además son víctimas de otra forma de maltrato que es la derivada de las condiciones de precariedad en la que tienen que desarrollar su trabajo a diario. Falta de profesionales